
Hola:
Me agrada conversar contigo, me siento identificado con tu soledad, en realidad me identifico con cada cosa que te pasa, es como si el destino, si es que existiese, jugara conmigo, como el espíritu de un niño que piensa solo en hacer travesuras, haciéndome vivir experiencias tan profundas cada transcurrir de segundos, que me permiten leer palabra por palabra el universo de sentimientos que se entrelazan en tu mundo.
Hoy, una amiga, en una clase me hizo recordar lo que tú cada vez que puedes me dices, es por ello, que motivado por su consejo y por las ganas que tengo de contarte lo que sucedió hace unos días te iré narrando la cadena de hechos que me llevaron a reflexionar sobre las finalidades.
Estuve conversando con unos chicos, que no pasan los 21 años, se sienten bien ayudando a los demás, sienten que de esa manera conocen más su realidad, dicen que así llegarán a ser mejores personas, el contexto de su vida cobra significancia y lo que antes pasaba desapercibido, hoy cobra colores grises que los preocupan y se identifican con el dolor de la inocencia que es interrumpida abruptamente. También conocí a un joven que encontró en Jesús el camino y la luz de su vida, su ejemplo, lo motiva a hacer el bien, y la tradición de su iglesia es la base de una institución que protege al que ha sido olvidado por muchos años, ese excluido que ve en la indiferencia el común denominador de sus mañanas y sus noches frías.
Esos jóvenes plasman la esencia del cambio, esa energía que es proyectada cada momento en que respiran con intensidad, en cada acción que realizan, se preocupan y tienen la fuerza para enfrentar lo preestablecido, ese marco conceptual hegemónico asfixiante al cual rechazan y dicen un no categórico a su oferta de complicidad.
Son buenas personas, si algún día lees “Mi planta de naranja lima” entenderás porque me hacen recordar a Zeze antes de encontrarse con el imponente Mangaritiba, ese imponente vehículo que corto su inocencia y lo introdujo al mundo que conocemos. Me preocupan. La finalidad de sus actos es admirable, pero sus ganas de emprender el camino correcto, los enceguece y se olvidan que tienen un don, la facultad del hombre por cuestionar con una postura crítica incluso el camino que considera correcto, me temo que en algún momento el Mangaritiba se cruzará en sus vidas y los que hoy son los mejores socios del cambio, se vuelvan los grandes obstáculos que las nuevas generaciones deberán vencer para lograr cambios positivos.
Sabes que no me quedo callado, así que se los dije, los sentí diferente a los demás, intentaron al menos entender mi posición un tanto complicada, y eso que no les conté lo particular de mi punto de vista, y como las experiencias de mi vida me hacen llegar a esas conclusiones.
Tú también eres un agente de cambio, como comentó una chica, no es necesario cambiar al mundo, puedes cambiarte a ti mism, el día que me dijiste que querías vencer esas barreras que te impedían decir lo que sientes me di cuenta de ello, me enseñaste un camino para hacerlo también.
Te tengo a un click en una ventana emergente, y no sé como concluir nuestra conversación e ir a dormir. Preguntas muchas cosas, que no se si estoy preparado para responder aún y no se si sea el momento adecuado, piensa que hay palabras que al ser escuchadas una vez son mágicas, y cuando son repetidas pierden esa calidez de la primera vez. Quiero decírtelas en el momento indicado, sé que el Mangaritiba ya cruzó nuestras vidas, se que faltan muchas hojas en el calendario para decírtelo, y esperare a que caigan con el tiempo hasta que en esa pared no se halle ninguna, y me dirigiré hacia el norte, te miraré a esos ojos que sólo expresan ternura y te diré lo que pienso.
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